Capítulo primero Primer día del volcán

Sin categoría, volcán

19 DE SEPTIEMBRE DE 2021

Hola! Voy a empezar a darle un poco de vida a la página y no se me ocurre mejor manera que contar paso a paso mi experiencia en el volcán de La Palma, no solo como Agente de Medio Ambiente, sino también como fotógrafo de naturaleza.

Ese día, 19 de Septiembre de 2021, me incorporaba a las 15:30 a trabajar, pero desde por la mañana escuchábamos en todos los chats de Whatsapp, en las redes sociales y en los medios de comunicación digitales que la erupción era inminente. Yo, como funcionario de la Comunidad autónoma y creyente en el buen hacer de la Administración y de los científicos que llevaban tiempo aquí, cuando dejaban esa misma mañana el semáforo en amarillo, pensé que aunque había peligro, estaba lejos de reproducirse.

Además ponía la televisión Canaria en la mañana y observaba cómo se reproducía un programa con música folclórica que daba poca importancia a lo que podría suceder.

Mientras tanto en las redes sociales, la gente ponía imágenes de desprendimientos en la zona alta de Cabeza de Vaca, incluso alguna persona decía que veía azufre, hecho este que tomamos a mofa, ya que tanto los científicos como el propio Cabildo hablaba de tranquilidad al dejar el semáforo en sólo amarillo.

Mi sorpresa fue cuando de camino al trabajo, cruzando la cumbre, me llamó mi jefa, diciendo que se había iniciado la erupción. Yo por un momento le dije que no hiciera caso (solo estábamos en semáforo amarillo), solo serían cosas de las redes sociales.

Pero no, era cierto, acababa de haber una erupción en la zona de Cabeza de Vaca, en la zona del Morro de Las Flores. Nunca pensé vivir una erupción volcánica, nunca pensé sentir a la misma vez miedo, curiosidad e incertidumbre de lo que iba a pasar. Con el tiempo pienso que todos los sentimientos que tuve fueron pocos en comparación con lo que realmente pasó.

Inmediatamente me puse en contacto con todo el personal de incendios, en la zona del volcán había mucho pinar, seguramente tendríamos que apagar el fuego más potente que jamás habríamos visto; rápidamente llegué, me vestí con la ropa ignífuga a la mayor velocidad, descargué los mapas de la zona en el móvil y mientras me acercaba con la incertidumbre de lo desconocido, volví a sentir el miedo a algo que no podía controlar. El sonido era extraño, como un avión en marcha y la vibración en el pecho me resultaba desconocida, nunca había sentido esto.

Volcán a los pocos minutos de la erupción

Llegue de día, mientras me acercaba a la zona observaba y sentía en mi piel como llovían pequeñas piedras, de milímetros, algunas llegando a 1 o 2 centímetros, pero sin dolor y sin peso, necesitaba gafas y me puse las de incendios. Pude observar la primera colada a escasos 30 metros de la primera boca que tuvo la erupción, en ese momento sentí miedo, pero también emoción mientras creía que estaba observando parte de la historia de una isla, parte de algo que iba a ser más trascendente que lo que ocurre en cualquier emergencia de las cientos en las que he estado.

Primera colada del volcán cruzando la carretera

Tenia una mascarilla de esas que utilizábamos para el COVID-19, la cual me puse junto al cubrenucas que utilizaba para los incendios forestales.

Mientras avanzaba la tarde pudimos observar que los pequeños conatos se sofocaban y que el fuego se comportaba siempre como un fuego “de recula”. Es verdad que las condiciones meteorológicas ese día no eran las idóneas para un incendio forestal pero al final observamos algo diferente.

Bocas del volcán en sus primeras horas

Se podía ver como continuamente el humo ascendía hacia el centro de la propia colada.

Se producía así lo que se denomina “comportamiento de cola”, es decir el comportamiento que tiene un incendio forestal en su cola, porque el aire es succionado por el volcán.

Ya sin el miedo en el cuerpo de un gran incendio forestal pudimos observar cómo las coladas se llevaban las primeras casas, mirábamos perplejos como las engullía sin piedad y sin posibilidad de acción más que la de la observación distante de una desgracia. Mientras mirábamos perplejos la lava saliendo del volcán y la luna que salía tras el horizonte a escasos cientos de metros de la boca del volcán sentimos un temblor bajo nuestros pies, por momentos pensamos que se nos abría el suelo y con el pánico del momento nos subimos a los vehículos y a gran velocidad abandonamos la zona mirando por momentos por el retrovisor como la lava seguía imparable.

Durante esos días escuchábamos por la radio como se decía que la ciencia había triunfado, que gracias al buen hacer no hubo desgracias personales, pero también podemos pensar que el volcán erupcionó con el semáforo amarillo y no el semáforo rojo, al igual que sabemos que erupcionó en una zona despoblada.

Nunca sabremos que hubiera pasado si hubiera erupcionado solo 200-300 metros hacia el Oeste, tal vez ahí la ciencia y la administración no hubiera sido tan efectiva y no estaríamos hablando solo de casas, por suerte es algo que nunca pasó.

Luna saliendo tras el volcán pocas horas después de la erupción

Vivimos un primer día de miedo, emoción e incertidumbre, pero no pudimos saber lo que vendría en los siguientes días…